26 Nov ¿Informar o estigmatizar? Cómo algunos medios cubrieron el consumo de sustancias en la muerte de Liam Payne
Escrito por : Alejandra Medina
Revisado por: Andrea Saavedra, Julián Quintero y Mauro Díaz
Desde hace más de dos semanas, los medios internacionales han seguido de cerca la muerte de Liam Payne, ex integrante de One Direction, quien falleció tras caer desde un tercer piso en un hotel de Buenos Aires, Argentina. La cobertura ha abarcado desde informes iniciales de la policía hasta declaraciones de testigos y resultados preliminares de la autopsia, que sugieren que Payne se encontraba en un estado de semi o total inconsciencia antes de la caída.
Las investigaciones han profundizado en los posibles factores que rodearon el suceso, incluyendo el consumo de sustancias, lo cual ha sido un enfoque recurrente en el cubrimiento. A partir de estos elementos, algunos medios han promovido una narrativa que sugiere un episodio de crisis vinculado al consumo de sustancias, mientras que otros han optado por evitar conclusiones prematuras, destacando la importancia de esperar los resultados definitivos de las autoridades para entender las causas y los factores que pudieron influir en la muerte de Payne.
Ciertos enfoques y términos utilizados pueden influir en la percepción pública sobre el consumo de sustancias psicoactivas y temas de salud mental. Esta lectura, pretende analizar e indicar algunas de las imprecisiones más comunes compartidas por los medios, las cuales generan desinformación y estigmatización. A través de una comparación detallada entre diferentes narrativas que tuvo la cobertura de diferentes medios, tanto locales como internacionales, se expondrá cómo una narrativa sensacionalista o poco matizada, contribuye a construir prejuicios alrededor de casos complejos. En contraste, algunos medios han optado por un enfoque más objetivo y contextualizado, ofreciendo una visión más equilibrada de los hechos. .
¿Por qué y cómo referirse al uso de sustancias psicoactivas?
Medios como TN de Argentina, enfatizaron repetidamente el consumo de drogas y alcohol en las publicaciones iniciales, utilizando frases como “sobrepasado de drogas y alcohol” y describiendo la escena con términos que destacan desorden y “brote de violencia” dentro de la habitación de Payne. La descripción en diferentes cubrimientos se centró en imágenes de objetos rotos y la presencia de drogas, sin proveer contexto sobre el estado emocional o de salud de Payne, lo que alimenta una narrativa que asocia de forma directa y negativa su consumo de sustancias con una conducta descontrolada. Este tipo de cobertura tiende a reforzar la idea de consumo de sustancias como causa directa de la muerte sin ofrecer suficiente contexto o explorar otros factores de salud mental u otros elementos que informen sobre hechos verificables.
Fuente: Drogas, alcohol y una autopsia que podría ser clave: cómo avanza la investigación por la muerte de Liam Payne (2024, 17 de octubre) Todo Noticias.
Fuente: Murió Liam Payne, ex cantante de One Direction: cayó desde un tercer piso de un hotel de Palermo. (2024, 17 de octubre) La Nación Argentina.
En contraste, algunos medios internacionales optaron por centrarse en los aspectos de salud mental o el duelo de los fans y evitaron reiterar detalles gráficos o sensacionalistas. BBC y otros portales, por ejemplo, mencionaron el incidente de manera más cuidadosa, centrándose en la tragedia de la pérdida, en la elaboración de un obituario y ofreciendo información limitada sobre el consumo de sustancias sin enfatizar el estigma o culpabilizar y victimizar al artista y cercanos por su consumo. Estos enfoques evitaron la especulación y pusieron el foco en el contexto humano, evitando asociar directamente el consumo de drogas con su muerte como una simple “causa-efecto,” un enfoque que puede ofrecer una narrativa más rigurosa. Otros medios han presentado el fallecimiento en un marco que prioriza los hechos conocidos y resaltan que la causa de muerte fue la caída, sin hacer hincapié en el uso de sustancias como una explicación definitiva o causal. Estos enfoques intentan presentar el incidente desde una perspectiva más objetiva y menos especulativa, ayudando a los lectores a evitar conclusiones rápidas.
Titulares imprecisos, sensacionalistas y que promueven la especulación
Varios medios cayeron en enfoques sensacionalistas que priorizaron atraer clics en vez de respetar el dolor de familiares y seguidores. Algunos programas de televisión y portales de noticias, utilizaron titulares alarmistas y difundieron imágenes sensibles del fallecido, lo que ha generado fuertes críticas. Estas prácticas no solo han sido cuestionadas por su falta de sensibilidad, sino porque no contribuyeron a la resolución del caso ni eran necesarias para respaldar una información de interés público.Un ejemplo claro es el programa Hoy de Televisa, que en horario familiar mostró fotografías del cuerpo de Payne y de su habitación tras la tragedia, lo que desató protestas de seguidores y cuestionamientos sobre ética periodística por explotar un momento íntimo para satisfacer el “morbo” de la audiencia.
A nivel de medios digitales, algunas plataformas como The Sun, TMZ, entre otros, también enfatizaron repetidamente el consumo de drogas y alcohol, creando titulares que, sin evidencias completas, indicaron que Payne “murió a causa de un cóctel de drogas” por “sobrecarga de alcohol y sustancias” en sus titulares iniciales, a pesar de que los informes toxicológicos completos aún no estaban disponibles. Estos términos fueron empleados sin evidencia concluyente, insinuando que el consumo de sustancias fue la causa principal de la caída, lo cual es una suposición especulativa. Estos reportes, además de ser imprecisos, contienen una narrativa que promueve la desinformación y perpetúa el estigma sobre el consumo de sustancias, en lugar de abordar el tema con empatía o contexto médico preciso y adecuado.
La ambigüedad de algunos titulares y el lenguaje cargado de los reportes iniciales dieron pie a que en redes sociales surgieran “tecnodetectives” o “armchair detectives” : que son personas que desde un escritorio crean, actúan y animan guiones construidos a partir de ver noticias incompletas u otros “tecnodetectives” para luego emitir juicios, sacar conclusiones, emitir sentencias, sin otro objetivo diferente que tener tráfico digital sin contar con ninguna evidencia sólida o rigurosidad sobre las fuentes y verificación de la información que replican y que especulan sobre las circunstancias de la muerte, sugiriendo posibles conspiraciones o intervenciones de terceros sin base alguna. Estos rumores encuentran un caldo de cultivo en plataformas digitales donde la rapidez y el drama se imponen a la verificación de datos. Esta tendencia demuestra cómo el clickbait, al priorizar lo sensacionalista, propaga una desinformación que los lectores pueden asumir como verdad.
Por otra parte, algunos medios internacionales han adoptado una postura más rigurosa en términos de hechos comprobables, reportando los hechos sin difundir imágenes explícitas ni hacer suposiciones sobre la causa de la muerte hasta obtener confirmaciones médicas. Estos enfoques son más cautelosos al inferir conclusiones y destacan cómo el periodismo puede informar de manera responsable, respetando la privacidad de las personas y evitando explotar la noticia con fines sensacionalistas.
Estos medios evitaron términos sensacionalistas, y en lugar de suposiciones, remarcaron la necesidad de esperar los resultados completos de la autopsia y los peritajes toxicológicos para esclarecer las causas reales de la muerte. Este tipo de cobertura muestra que es posible informar sin sacrificar la integridad, priorizando una narrativa informativa y no invasiva. Este análisis revela que es fundamental para los medios tomar en cuenta el impacto emocional en la audiencia y los allegados de la persona fallecida, y buscar informar con precisión en vez de alimentar la especulación.
“Cocaína rosa” y cocaína, una vez más imprecisiones en el lenguaje + desinformación
La desinformación al etiquetar al tusi como “cocaína rosada” perpetúa estigmas y confusiones que obstaculizan las estrategias de salud pública y educación en reducción de riesgos. El uso del término “cocaína rosada” para referirse al tusi es un error de concepto que Échele Cabeza ha denunciado constantemente durante más de una década. Desde el inicio, esta denominación ha llevado a confusiones que impactan negativamente en la percepción pública y en la toma de decisiones informadas sobre el consumo de sustancias. Al emplear el término “cocaína rosada”, los medios crean una falsa asociación entre el tusi y la cocaína, ignorando que se trata de mezclas de sustancias variadas que no comparte la estructura química ni los efectos de la cocaína
Por su parte, el “2C-B” es una mezcla de sustancias, originalmente relacionada con el compuesto psicodélico 2C-B, creado en la década de 1970. Sin embargo, en Colombia y otros países latinoamericanos, el término “tusi” ha evolucionado para referirse a un cóctel de varias sustancias, generalmente con un efecto combinado entre disociativos y estimulantes, que puede incluir ketamina, MDMA y otros componentes. De nuevo, insistimos en que la simplificación del término como “cocaína rosada” fomenta la desinformación y crea una percepción errónea sobre los efectos y los riesgos específicos de esta sustancia en la opinión pública. Solo algunos medios de comunicación hicieron énfasis en hablar de “tusi” en el contexto latinoamericano y no de “cocaína rosada”, composición del cóctel de sustancias psicoactivas en el tusi e incluso hablando sobre efectos.
Ahora bien, el informe toxicológico preliminar mostró la presencia de depresores del sistema nervioso central como ketamina, benzodiacepinas y alcohol. Estas sustancias, al actuar en conjunto, tienen un efecto sedante considerable que disminuye la coordinación, la capacidad de reacción y la percepción del entorno. En grandes cantidades, estos depresores pueden inducir un estado de embriaguez profunda y somnolencia, lo que aumenta el riesgo de accidentes. Este estado de sedación extrema facilita situaciones peligrosas, como caídas, al reducir el control motor y la alerta. Una mezcla y efectos de sustancias que diferentes medios ignoraron para solo resaltar la cantidad de sustancias encontradas, dando información insuficiente sobre la fuente citada.
Poca verificación de fuentes y réplica masiva de una fuente de información errada
Además, llama la atención como muchos medios a nivel internacional solo replicaron una y otra vez no la fuente oficial, es decir el informe toxicológico que además era preliminar, sino que no se basaron en el “listado” de sustancias mencionadas por unos pocos medios que interpretaron y tergiversaron o no cuestionaron dicha fuente; de los cuales se derivaron más publicaciones con poca información o aclaración al respecto.
Échele Cabeza y otros colectivos de reducción de riesgos han advertido sobre la necesidad de comunicar con evidencia para evitar términos imprecisos que desinformen a la población. Esta precisión no solo es fundamental para la comprensión pública sino también para que los usuarios puedan tomar decisiones informadas y conscientes sobre el consumo de sustancias.
Para dar otro ejemplo, el manejo mediático de las sustancias encontradas en el examen toxicológico preliminar de Liam Payne revela varios problemas críticos que afectan la calidad de la información y, por ende, la comprensión pública sobre el consumo de sustancias. Muchos medios replicaron de manera inexacta un supuesto “listado” de sustancias, sin contrastarlo con la fuente oficial, que era un reporte preliminar. Esto se observa en afirmaciones como crack –fumada– y cocaína –inhalada– ,siendo químicamente la misma sustancia en distintas formas de consumo, las cuales fueron reportadas como dos compuestos distintos; generando confusión en el público y contribuyendo a una percepción errónea sobre los efectos y riesgos de estas sustancias. Además, los reportes de que “tusi” fue hallado en el cuerpo de Payne son incorrectos; tusi no es una sustancia química identificable, sino un cóctel de compuestos que varía en cada caso. Lo correcto es hablar de componentes específicos, como ketamina, MDMA y benzodiacepinas, y no generalizar o asignar el término “tusi” como si se tratase de una droga única y detectable. La réplica inexacta de informes preliminares sin cuestionar la fuente o verificar los datos muestra la falta de rigurosidad en la cobertura de temas de consumo de sustancias. Es crucial que los medios no solo repliquen las versiones preliminares, sino que investiguen y consulten fuentes especializadas en farmacología y toxicología para comunicar información veraz y reducir confusión.
Este análisis examina cómo ciertas elecciones narrativas, encabezados y descripciones gráficas pueden amplificar estigmas y fomentar interpretaciones erróneas sobre drogas, mientras otros enfoques ofrecen una perspectiva más equilibrada y empática, e incluso unos pocos medios, además de expertos en reducción de daños, aclararon los efectos de algunas sustancias mencionadas en el cubrimiento del caso.
Muertes de personas consumidoras, salud mental y reducción de riesgos y daños
Al reducir la compleja vida de Payne a una simple narrativa de “muerte por drogas” e incluso usando conceptos imprecisos como “estupefacientes”, el enfoque mediático deja de lado el contexto más amplio. La cobertura mediática cayó repetidamente en el lugar común, en la simplificación de los hechos, reduciendo la tragedia a frases sensacionalistas como “la culpa es de las drogas” (Recomendamos leer el Kit de Herramientas “Desintoxicando Narrativas” de Elementa DDHH) Este enfoque presenta el consumo de sustancias como la causa directa de su muerte sin explorar el contexto profundo de salud mental, relaciones sociales, condiciones de vida o el tipo de sustancias y sus efectos. En vez de indagar en la complejidad detrás de su consumo, la narrativa dominante de algunos medios se enfoca en culpar las drogas como un problema aislado y moralmente condenable, deshumanizando la experiencia de Payne y su carrera, en última instancia, alimentando la desinformación.
Contrario a este tratamiento sensacionalista, algunos reportajes han tomado una dirección más empática, abordando el hecho de que Liam Payne había sido franco sobre su consumo problemático de alcohol y sus luchas con la salud mental. En entrevistas anteriores, Payne compartió públicamente su camino hacia la sobriedad y cómo las presiones de la industria musical habían afectado su bienestar emocional y psicológico. Desde 2023, Payne había hablado de sus esfuerzos por abordar su consumo y de los desafíos psicológicos que enfrentaba, un testimonio que muestra el consumo de sustancias como una respuesta a problemas complejos de salud mental y no como una causa autónoma de sus dificultades. Estos factores afectan la salud mental y pueden llevar a las personas a recurrir al consumo de sustancias como una forma de enfrentar el estrés y la ansiedad. Ignorar estos elementos en la cobertura mediática no solo es reductivo sino que impide que el público comprenda la relación entre salud mental y consumo de sustancias en un contexto complejo.
El consumo de sustancias, especialmente en personas bajo estrés crónico o depresión, no debe verse como una causa en sí misma sino como una consecuencia de problemas no resueltos, tal como se exploró en algunas fuentes más informativas y sensibles. En estas, se explicó que Payne no solo estaba luchando contra la dependencia del alcohol, sino que también estaba tratando de manejar las consecuencias de vivir en una industria que ejerce una presión extrema sobre sus artistas. Sin embargo, reiteran en palabras estigmatizantes en los reportajes con palabras como “adicción”, “adicto” y más.
Lamentablemente, en las narrativas predominantes sobre estos casos, no se ha dado espacio a reflexiones sobre la interacción entre sustancias psicoactivas y medicamentos en personas bajo tratamiento. Este enfoque limitado ignora que quienes manejan condiciones de salud mental pueden estar expuestos a riesgos graves al combinar medicamentos y otras sustancias sin la información adecuada. Incluir estas consideraciones en los medios ayudaría a una comprensión más matizada de la salud mental y la importancia de prácticas seguras, integrando la reducción de riesgos para quienes utilizan medicamentos psicotrópicos o sedantes.
Es urgente mejorar la comprensión de las interacciones entre sustancias psicoactivas y medicamentos, especialmente en personas bajo tratamiento farmacológico para condiciones de salud mental. La combinación de medicamentos como ansiolíticos, antipsicóticos con sustancias depresoras puede intensificar efectos sedantes o desinhibidores, elevando el riesgo de accidentes y efectos adversos graves. Un abordaje integral de reducción de riesgos y daños debe incluir una visión informada sobre cómo estas combinaciones afectan la capacidad de reacción y la percepción, proporcionando así a los usuarios herramientas claras para manejar y reducir riesgos en su vida diaria.
Invitamos a reflexionar sobre la importancia de abordar las causas estructurales y emocionales que llevan a estos patrones de comportamiento y que el cubrimiento sobre estos casos no retroceda en lo que ha logrado la evidencia y el enfoque de reducción de riesgos y daños en el consumo de sustancias psicoactivas. Así como que el esfuerzo periodístico se vuelque a una cobertura que no minimice la cobertura y más bien promueva una narrativa que reconozca los factores de salud mental y los riesgos de estigmatización cuando se habla del consumo en figuras públicas o en general de personas usuarias.
La deuda en el cubrimiento de los medios
En el caso de Liam Payne, la cobertura mediática enfocó de forma sesgada el consumo de sustancias, ignorando los riesgos inherentes de los mercados no regulados y la falta de controles de calidad. Estos mercados introducen un factor de inseguridad vital que puede transformar un consumo ocasional en un riesgo letal debido a la adulteración, la falta de información precisa y la variabilidad en la composición de las sustancias.
No solo es urgente una cobertura mediática más crítica y humana, sino también una conversación honesta y empática sobre cómo las políticas prohibicionistas y la falta de regulación agravan los riesgos de consumo, promoviendo mitos y perpetuando estigmas en lugar de apoyar la salud y la seguridad pública. Es lamentable que el interés mediático por el tusi y otras sustancias emergentes solo se despierte a raíz de la muerte de una persona famosa, mientras que las muertes y los riesgos enfrentados por personas usuarias , rara vez reciben atención o se aglomeran en cifras sin un suficiente contexto humanizado. Durante más de una década, hemos denunciado los riesgos de estos mercados no regulados y sus sustancias de composición cambiante, sin la cobertura mediática necesaria para informar y prevenir. Continuaremos insistiendo en cambiar estas narrativas para dar visibilidad y contexto a quienes realmente lo necesitan.