LA COSTUMBRE ES LEY

María Mercedes Moreno -MamaCoca para Acción Técnico Social (ATS)

El consumo de coca es innegablemente benéfico y el consumo responsable y autorregulado de sustancias psicoactivas (SPA) existe y es la norma, no la excepción. Esa es la constatación de la que tenemos que partir y no, como ha sido hasta ahora, de la idea política incorporada en el imaginario popular y normas de que los millones de consumidores de SPA que existimos somos la excepción, enfermos, adictos o marginales a la sociedad. La excepción, en franco aumento gracias a la Prohibición, son los consumidores compulsivos (“adictos”). Como con cualquier otro producto, es cuestión de dosis y de susceptibilidad.

Ante esta constatación (que es cada vez más reconocida), es inconcebible que la costumbre y derecho al consumo voluntario SPA no se refleje en regulaciones que permitan proteger la coca, nuestro recursos naturales, el agro y a estos millones de ciudadanos usuarios y a las sociedades de la criminalidad a la que se ha entregado el control de la producción y comercio de dichas plantas y sustancias.

El bien de la sociedad no está en atacarse gratuitamente a una parte de la sociedad a nombre de (supuestamente) proteger la salud de ese sector y, si el bien de la sociedad esta en proteger la salud de los usuarios, la criminalización de plantas y sustancias ocasiona exactamente lo contrario. Por otra, a fuerza de proscribir ahora el problema no es sanitario sino de seguridad nacional.

Regular la coca para defender lo propio

El talón de Aquiles de Colombia —para defender su soberanía política e implementar los acuerdos de La Habana— es la coca. De tal forma, no se entiende cómo es que el Gobierno Santos, consecuente con sus exigencias internacionales de cambio de paradigma, haya reglamentado el cánnabis y no dado ejemplo reglamentando la coca.

“En Colombia, no existe una regulación expresa o específica que promueva o impida la comercialización de la hoja de coca. La forma en que se ha venido operando es con base en derechos constitucionales. Y las restricciones que se han impuesto se han fundamentado en decisiones políticas enmarcadas en la lucha contra el narcotráfico”. (Sentencia T-477/12) Lo que se debe tener presente es que, la lucha más eficaz contra el narcotráfico, es retirarle sus rentas astronómicas que devenga gracias al control exclusivo que ejerce sobre las SPA.

La producción con coca en Colombia es legal de facto y el consumo de cocaína en Colombia (y el mundo) se da sin mayores obstáculos y en todos los círculos sociales (y políticos) hay consumidores. Este consumo, dada la falta de regulación, representa un riesgo sanitario, ambiental, securitario y corruptivo; y negarlo sólo sirve para incrementar los riesgos y daños. Pero, bueno, eso ya se ha repetido de mil formas. Siendo esto así y, dada la velocidad de los acontecimientos actuales y el riesgo de que los cambios de gobierno dentro de 10 meses den al traste con todo, uno no puede sino preguntarse: ¿Por qué 5 años (o más) de proyección que es en ultimas lo que resulta de los fondos suaves (soft funding) y ‘reticentes’ apoyos oficiales?

La coca andina está en una situación insostenible y Colombia tiene la autoridad para buscar su normalización. Se entiende que la dificultad para reglamentar la coca radica ante todo en cómo reglamentar sus derivados.. No obstante, esto se debería hacer sin tardar. Entre otras, so riesgo (o antes) de que el narcotráfico y los guerreros vuelvan al poder y se escuden en la Prohibición para “hacer trizas los acuerdos de La Habana”. Un sinfín de estudios prospectivos, entre otros los de #CocaReguladaPazGarantizada y la Corporación Escenarios, señalan la necesidad (e inevitabilidad) de la “legalización”. ¿Entonces a qué se debe la procrastinación por falta de inversión en ciencia y proyectos pilotos?

Recientemente se han descubierto plantíos de coca en México y Centro América. En el pasado la coca ha sido cultivada en la Isla de Java y en Taiwan y, actualmente, Estados Unidos cultiva para “investigar” el ADN de la novogranatense. Entre otros, para determinar cómo prolongar el método de almacenamiento de la hoja. O sea que es bien posible que la coca siga siendo andina, mientras se legalice y/o se la tomen las multinacionales. Basta con observar cómo se ha dado la liberación de la marihuana (ya recreativa en Estados Unidos mas no en Colombia) para ver que la idea, de que la coca será exclusivamente andina pero sólo hasta que se legalice, no es descabellada.

Proceder sin tardar a la regulación de la coca orgánica ―con miras a la prosperidad y bienestar social y no a favor de las grandes multinacionales― es anticiparse a la posibilidad de perder el control.

Regular con ciencia

Entre 1992 y 1994, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un emprendimiento financiado por el UNICRI –(Instituto interregional del delito y justicia de las Naciones Unidas), comisionó un grupo interdisciplinario y multinacional para que llevara a cabo un estudio que compiló información en 22 ciudades y 19 países sobre cómo se usa la cocaína y otros derivados de la coca; quiénes los utilizan; qué efectos tienen en los usuarios y la comunidad; y cómo los gobiernos han respondido al problema de la cocaína. Desde los coqueros de los Andes pasando por los fumadores de crack (basuco) en Nueva York y Lagos, consumidores de cocaína inyectada en Sao Paulo y San Francisco y inhaladores de cocaína en Sydney y El Cairo, el proyecto examinó el uso y usuarios de la coca y sus derivados a través de un amplio espectro de culturas.

Este estudio señala que, “Pocos expertos describen la cocaína como invariablemente nociva para la salud. La percepción más corriente es que los problemas asociados a la cocaína son más frecuentes y severos entre quienes practican un uso intensivo y altas dosis y muy raros y mucho menos graves entre los usuarios ocasionales y cuyas dosis son bajas”. El informe de la OMS fue suprimido por amenazas de los Estados Unidos de retirar su financiación si se publicaba. Aducía los Estados Unidos: “Los Estados Unidos está sorprendido de ver que el paquete parecía promover argumentos a favor de los usos positivos de la cocaína, aduciendo que el uso de la hoja de coca no conllevaba a daños sanitarios mentales a físicos notables, que los efectos de salud positivos se podrían replicar ((be transferable) desde los escenarios tradicionales a otros países y culturas, y que la producción de coca era rentable para los campesinos-“…

Indudablemente, todo intento por socavar el control político y social por Prohibición se verá obstaculizado por Estados Unidos bajo amenaza de retirar sus fondos “de apoyo”. La reiterada insistencia en las fumigaciones es sólo una muestra más. Afortunadamente, los actuales gobernantes colombianos parecen cada vez más conciente de que los costos (financieros, ambientales, sanitarios y a nivel de legitimidad y soberanía política y alimentaria) por las fumigaciones no se ven compensados por la ayuda que eventualmente promete los Estados Unidos para periodos futuros.

El Gobierno Santos informa que está cumpliendo su obligación “internacional” /metas de erradicación. No obstante, el dilema sigue siendo la falta de sustitución de ingresos al corto, mediano y largo plazo para los cultivadores, y los riesgos de fracaso que de allí se desprenden. Y no es precisamente de Estados Unidos que van a venir estos fondos.

Como los fondos escasean cada vez más, con mayor razón hay que buscar la rentabilidad de los procesos. MamaCoca insiste en que se requiere investigación científica para prevenir más del mismo fracaso y encontrar modalidades para que la erradicación sea rentable y sostenible y socialmente legitimada, como por ejemplo la Erradicación Productiva que propone dar un uso a la coca químicamente cultivada para sacarla del mercado, crear un negocio rentable y sustituir la coca por otras plantas de nuestra biodiversidad y por coca orgánica en las regiones de las que endémica.

Colombia se defiende ante Estados Unidos contra las fumigaciones aduciendo que si los estadounidenses dejaran de consumir otra sería la historia. En el mundo se estima que hay 21 millones de consumidores de cocaína pero con toda seguridad somos muchos más (como lo revelan los análisis de aguas subterráneas); poco a poco van saliendo de la sombra los otros millones de consumidores. El dilema de consumo es mundial y lo que tendría que hacer Colombia no es seguir a la defensiva (u ofensiva contra los consumidores) sino proponer fórmulas científicas y legales para “aliviar” ese consumo mundial.

Lo que se requiere es ciencia. La evidencia existe que los consumidores de cocaína son en su gran mayoría funcionales; o disfuncionales pero según su idiosincrasia y no por lo que consumen. Observemos, por ejemplo, a los integrantes del Congreso de la República que se meten un pase o negocian (o se corrompen por) un kilo para enseguida alzarse en contra de la regulación.

Habría que hacer estudios científicos, de laboratorio y terreno actualizados, contextualizados y no prejuiciados sobre la cocaína. Pero la cocaína de verdad, no la adulteración que actualmente se encuentra en el mercado y que esta ocasionando unos rezagos incalculables y no calculados por los consumidores.

Regular porque ya es tiempo de salir de los sermones y actuar

Las personas que venimos desde hace décadas, el relevo generacional y los otros muchos expertos más recientes en el tema proponemos y reiteramos fórmulas para salir de este absurdo social, político y económico. Ya estamos cansados de sermonear y remachar lo mismo: la Prohibición es el daño. Lo que se requiere no son más análisis y ‘relatos’ sino ciencia sobre la coca y sus derivados y, justamente, ciencia es lo que no hay y para lo que, inexplicablemente, no se asignan/proveen fondos y facilidades.

Creo que podemos decir sin engaños que MamaCoca es el sitio web con la mayor antigüedad, cantidad de información y amplitud de cubrimiento del tema de la coca. Esta investigación y compilación de años (comenzada en 1998) nos permite afirmar que ciencia actualizada y no exclusivamente Prohibicionista de la coca, cocaína y basuco no hay.

De tal forma, el consumo, producción y políticas se llevan a cabo en el mayor de los vacíos (e hipocresía) y ni siquiera hacemos caso de los estudios económicos y técnicos que sí hay que señalan que proscribir la cocaína es totalmente contraproducente.

Bueno, pero estos son justamente los lugares comunes del tema que se repiten y repiten ante lo que parece ser oídos sordos ¿o oídos atentos a intereses ocultos? La única forma de salir de más del mismo sermón es con estudios científicos, de laboratorio y de terreno (independientes y preferiblemente no llevados a cabo por las instancias antinarcóticos internacionales) que nos expliquen las vicisitudes y virtudes de la coca, cocaína y PBC.

Dada la falta de financiación privada para ciencia y producción y la independencia comprobada por el actual Ministerio de Salud y su Ministro Alejandro Gaviria y la intención manifestada por el Gobierno Santos de destrabar las políticas de drogas, lo más indicado es que estas investigaciones científicas (por ingenieros químicos, agrónomos, con consumidores de vieja data ….) los lleve a cabo el actual gobierno y ya para aprovechar el periodo que le queda para sentar las bases de la implementación de los acuerdos de paz; paz nacional para la que se requiere hacer la paz con la coca y verdadera defensa en la práctica del legado natural colombiano.

 

Regular como medida de protección ambiental

El papel de Colombia ante la Comunidad Internacional en la actual coyuntura es 1- en su calidad de laboratorio de paz en un mundo cada vez más armamentista y 2- la conservación de su biodiversidad y potencial legado ambiental en un mundo cuya mayor inquietud/valor económico ya no son el petróleo y minerales sino los recursos naturales.

En octubre 2015 el Gobierno Santos suspendió las fumigaciones, lo cual ya de por sí reduce notablemente lo daños asociados a las políticas de represión. No obstante, el lobby del glifosato ha impedido que cese del todo el uso oficial de este agrotóxico en la “erradicación”. Los cultivadores, por su parte, tampoco han sopesado la alternativa de cesar el uso de (los estimados 27) agroquímicos que usan en el cultivo para iniciar un eventual desfase hacia una coca orgánica con lo que comenzarían a sustentar lo que verbalmente defienden: usos alternativos (alimenticios y medicinales) de la coca.

Los impactos ambientales adversos de la falta de regulación de la coca y sus derivados siguen siendo incalculables. El punto débil de la coca es el basuco (o Pasta Base de Coca –PBC). El procesamiento creciente como producto de valor agregado del PBC por parte de los cultivadores y procesamiento sin vigilancia de la cocaína genera unos estragos ambientales (y sanitarios) desmesurados, justamente por la falta de regulación.

Ni la coca, ni la cocaína ni el PBC van a desparecer. ¿Cómo hay que decirlo? Ahora bien, la tragedia de la falta de regulación no es sólo un asunto de salud por los agrotóxicos, levamisole y otros adulterantes que están dañando a consumidores y el ambiente. No es simplemente porque el basuco sigue su curso de creciente rentabilidad y creación de nuevos mercados y consumidores.

El drama por la falta de regulación también es notoriamente ambiental. Si Colombia valora sus recursos naturales tiene que meter en cintura el monocultivo agroquímico de coca y su procesamiento: cocasa (sustrato compuesto por hojas de coca, gasolina, urea, blanqueador, cemento, cal, agua con amoniaco y ácido sulfúrico) que envenena ríos y suelos y la destrucción por quema de laboratorios y canecas de químicos en plena selva por parte del Estado.

No es pretendiendo que se va a acabar la coca a punto de zanahoria, garrote y glifosato en tierra que se va a lograr proteger las aguas y el suelo. El frenesí erradicador no se compadece con el hecho de que la coca es parte de nuestra naturaleza y cumple una función en el ciclo de vida y que el consumo de cocaína ya es una costumbre casi que banal sin daños propios a ella y la costumbre es ley: hay millones de consumidores en todo el mundo, aceptémoslo y actuemos en consecuencia.

Como el procesamiento químico (y consumo) nunca es inocuo frente a la Naturaleza, lo que hay que buscar son fórmulas de resiliencia que permitan conciliar la búsqueda de sostenibilidad ambiental y la innegable actividad de consumo, cultivo y producción: hay que diseñar fórmulas de procesamiento controlado menos nocivas, y para eso hay que regular.

Colombia es la llamada a asumir y es ahora o nunca

Este año, 2017, la cocaína cumplió 133 años de los cuales llevan 114 tratando de proscribirla, comenzando por las leyes farmacéuticas de 1903. En vano pues una cosa es lo que dicen sus detractores y otra lo que viven y sostienen sus usuarios recreativos y médicos que la usan en sus cirugías.

La American Academy of Otolaryngology-Head and Neck Surgery, por ejemplo, lleva años sosteniendo que la cocaína es un valioso e insustituible anestésico y vasoconstrictor. La cocaína tiene usos reconocidos como antidepresivo, contra la obesidad y contra el desorden de déficit de atención. Hay patentes mil que sustentan esta virtud.

La coca, su rica mitología, ha sufrido de ser una planta “del Sur”. La cocaína también es víctima de la competencia desleal en su contra: una serie de anestésicos locales que, haciendo propaganda sobre la adictividad de la cocaína, han buscado reemplazarla con productos farmacéuticos que sacan totalmente de quite la planta de coca.

Esta guerra por las drogas comenzó por el control que buscaban ejercer las farmacéuticas sobre el negocio aduciendo, entre otros, el riesgo de envenenamiento. Los que llevamos años batiéndonos por la “legalización” vemos con desaliento y un sentimiento de derrota cómo la “legalización” lograda frente a la marihuana favorece justamente a esas mismas farmacéuticas, también aduciendo conocimiento de protocolos.

Esperamos que éste no sea el caso de la coca y que, la inevitable regulación de la cocaína (sea por parte de Colombia si se mueve ya y no espera a que los Estados Unidos logre el control del mercado), no deje por fuera (por protocolos, costos de seguridad y otros) a los cultivadores indígenas y campesinos víctimas de décadas de guerra contra la coca y sus derivados. Esperamos que, justamente, la regulación de la coca para cocaína sea orgánica, pronta, consecuentemente colombiana y prevea la formación e incorporación de dichas comunidades.

La principal razón para regular la coca para cocaína es porque, justamente es el descontrol de la marihuana y la cocaína el que ha conllevado y conlleva a la manipulación de especies, producción y consumo creciente de sustancias cada vez más químicas y desconocidas. La humanidad busca inevitablemente sensaciones que la saquen de su cotidianidad. Liberar la cocaína con control de pureza y acceso puede responder a esa búsqueda deteniendo la rentabilidad del diseño (y creciente consumo) de nuevas sustancias realmente nocivas.

Ésta es la lucha ―exigencia de ciencia, evidencia y participación en el diseño e implementación de las políticas― que debemos ahora librar los consumidores y cultivadores para defender nuestro derecho a la salud y recursos naturales de la Nación.

Ah… y la lucha por que el mundo, los medios de comunicación dejen de desinformar, sepan que así como la uva no es vino, la coca tampoco es cocaína.

OTROSÍ

Lo que viene de la marihuana a la coca

La medicalización de la marihuana (a pesar de que su consumo es mayoritariamente recreativo) parecería servir de guía para la liberación de la coca. ¿Qué tan cierto es esto? ¿Acaso la coca es igual a lo que es la marihuana para la cultura occidental que fue la que la proscribió y finalmente la liberó? ¿Acabará la coca liberada por medicalización y en manos de la ‘buena’ y gran industria farmacéutica?

La proscripción de la marihuana ha conllevado a la promoción glamorosa de su consumo y al desarrollo por resistencia y lucro de marihuana manipulada (más o menos THC y CBD..etc). Esta planta actualmente se puede cultivar en todo el mundo, lo que hace aún más reveladoras las “reticencias” a una legalización controlada del autocultivo. Claro, si cualquiera la puede producir ¿dónde está el negocio? Las farmacéuticas y gobiernos aducen que la exclusividad se debe a la necesidad de protocolos (los protocolos se aprenden) y su falta de liberación total hace que se fijen medidas de seguridad cuyo costo pone este proceso por encima de las posibilidades de los campesinos históricamente perseguidos.

¿Pasará lo mismo con la coca? ¿Pasará esto en 5 o más años con todos los riesgos que esto podría implicar?: investigaciones en curso refutadas; investigaciones a posteriori y sustentatorias de ideologías de gobiernos enfocados exclusivamente en negociar los recursos de sus naciones y en la gran industria comercial de la coca; cuando y sí realmente el actual frenesí erradicador logre su cometido y la tan sufrida coca colombiana pase a ser historia de narcotráfico. Los riesgos de tardar en regular la coca son enormes.

No hay disculpa para que no haya ciencia antes y no después (como está sucediendo con la marihuana). No hay disculpa para no aprender de la liberación del cánnabis que está acabando en manos de las farmacéuticas occidentales, las mismas que instigaron su prohibición. No hay disculpa para dejar el campo libre a las multinacionales para que se apropien de los recursos naturales por vía de la coca.

Si el componente básico del Capitalismo es la corrupción, el gran reto para poner coto a esta corrupción es el empoderamiento de la sociedad civil para que sus intereses sociales se vean representados y defendidos para otro mundo posible. Hay que regular pero no a favor del capital sino de la sociedad; para que la rentabilidad y propaganda no conviertan la cocaína en un mercado de amplio consumo como lo son el alcohol y el tabaco. 

Marco tentativo para regular

La Legalización Controlada

Lo que se está buscando no es crear un mercado sino, justamente, controlar el existente y no se trata solamente de la medicalización y mucho menos de  (seguir con) la privatización del mercado. Se trata de buscar fórmulas para proteger la salud de los ciudadanos y seguridad de las naciones.

Un marco tentativo es la legalización controlada que no parte de un derecho fundamental, sino de la libertad individual a la búsqueda del placer y el alivio del dolor.  Francis Caballero la define como “un sistema que se dirige a remplazar la actual prohibición de las drogas por una reglamentación de su producción, su comercio y su uso con miras a limitar los abusos perjudicales a la sociedad.” Bajo el régimen actual de  las Convenciones de Drogas, esta fórmula podría ser aplicada por un Estado firmante bajo la tipología de “modelo” y/o experimento a nombre de la ciencia, salvo  que el Estado signatario optase por denunciar las Convenciones.

La Legalización Controlada invoca 1la libertad de consumo personal (búsqueda del placer y escapismo),  2-el derecho de exigir al Estado que cumpla con la obligación de velar por una reducción de riesgos y daños mediante un control real del mercado y 3- el deber del consumidor de ajustarse a fórmulas para que el abuso de dichas sustancias no repercuta de forma negativa sobre el entorno social y la seguridad de terceros y del Estado.

La Legalización Controlada no es equivalente a la despenalización en cuanto se reserva el derecho de utilizar el derecho penal (de forma marginal y no central a diferencia de la Prohibición) para limitar los abusos que pudiesen perjudicar a terceros como son actos reprochables y agresivos en público relacionados con el uso “desmedido” de sustancias. En el régimen de Legalización Controlada priman el Derecho Administrativo, Comercial y Fiscal con miras a la creación de una economía social. Se despenaliza el consumo privado y se establecen restricciones legales al consumo público y restricciones socio-económicas a la producción, venta y reventa de dichas sustancias.

La Legalización Controlada tendría que proveer medidas diversas para enfocar no sólo el comercio y consumo, de las drogas autorizadas y  de las drogas controladas, sino que además las técnicas de control tendrían que enfocar la reglamentación de los procesos y actores que participan actualmente de manera ilegal. Puesto que, a la base, se trata de distinguir entre uso y abuso y de regular las sustancias susceptibles de generar adicciones o comportamientos adversos a la sociedad, no se trata de descontrolar sino de “reglamentar” el mercado con base en las prácticas sociales y no en su contra.

El mercado de las drogas es, al igual que el de cualquier otra mercancía en la economía neoliberal, el lugar de encuentro entre la oferta y la demanda y el mecanismo global de regulación de los diferentes actores que participan en el comercio/tráfico. En el fenómeno de las drogas, por su ilegalidad, participan directamente los cooptados cultivadores campesinos y raspachines, químicos, proveedores de precursores, contrabandistas, intermediarios (chichipatos) y comerciantes (traquetos) además de narco y microtraficantes y jíbaros, pilotos, guardaespaldas y bandas criminales, testaferros y lavadores y lavanderías de activos y paraísos fiscales, a los que se suma toda una red de apoyo indirecta constituida por proveedores de productos legales de producción y corte, policías, militares y políticos, empleados públicos, abogados a sueldo, asesores de inversión y la banca nacional e internacional, multinacionales que pagan sobornos y extorsión y contribuyentes que pagan impuestos para las medidas de guerra de prohibición  hasta que el producto llega al usuario o consumidor final. Aunque no todos estos actores son criminales, millones de ellos operan por fuera de la ley  a cuenta de un sistema prohibicionista que afirma con argumentos moralistas la negación de la libertad individual y derecho a la salud y protección de, en el caso de la cocaína, más de  21 millones de personas a nivel mundial (el equivalente a casi el 50% de la población colombiana).

Las investigaciones científicas y de laboratorio (y no sólo sociales que es lo que cunde) no tienen por que ser eternas. Con los conocimientos y evidencias existentes; posibilidades de experimentación; los fondos para contratar el personal; y el acceso adecuado al material y terreno, los estudios científicos pueden arrojar los primeros resultados en un plazo que permita actuar prontamente. Se está alargando la producción con coca ¿por qué? No hay estudios de fondo en curso sobre el consumo medicinal y recreativo de cocaína, ¿por qué? ¿Cómo se explica que los fondos para/contra la coca no incluyan investigación y sólo se inviertan tres parsimoniosos pesos en investigaciones?

La coca es una planta religiosa y, para el blanco, es ante todo un alimento y parte esencial del ciclo de vida, como muchas otras plantas. Es también un medicamento natural sobre el que priman los conocimientos indígenas y campesinos. La hoja de coca se usa para procesar cocaína y hay médicos en el mundo entero que la vienen usando como anestésico local, usuarios que llevan años usándola recreativamente y, grupos de control que serían usuarios más ‘novatos’ que pueden dar fe de los efectos/repercusiones reales (claro de la cocaína actual comparada con la ‘original’ procesada con los precursores previstos que seguramente son un poco menos nocivos para el medioambiente).

Habría que comenzar por precisar explícita y públicamente que no toda la coca colombiana se debe ni se va a erradicar. Pensar en la sustitución orgánica de parte de la coca química actualmente en proceso de erradicación para mantener el ecosistema y darle un uso alimenticio y medicinal que incentive el desuso de agroquímicos y permita comenzar articular a las comunidades a procesos productivos con coca sana.

Se debe reglamentar el cultivo de coca orgánica y limitada a aquellas zonas de las que es endémica y cumple una función de equilibrio del biosistema. Es con esta coca que se pueden producir alimentos, medicinas naturales y la cocaína controlada con destino a un proyecto piloto con el mercado interno. Esta cocaína se podría producir por Monopolio Social del cultivo con pequeños campesinos asociados con ventas al Estado de sus cosechas para la fabricación controlada de cocaína (y procesamiento de PBC para un mercado muy controlado como por ejemplo el del fenobarbital)  en alianza con la Academia, Laboratorios privados contratistas a sueldo del Estado. Sin ánimo de lucro y sin propaganda que promueva su consumo.

Ahora bien, el drama real de la coca es el basuco. El basuco se puede producir fácilmente, con precursores caseros y se ha convertido en el producto de valor agregado más accesible para suplir los pobrísimos ingresos del campesinado. El drama para sus millones de usuarios es que el que lo prueba, por lo general, quiere más; y sus mercaderes tienen claro que en él tiene un producto supremamente barato y de rápida rotación.

A nombre de la ciencia, la salud y la protección ambiental, Colombia puede comenzar procesos pilotos de articulación, información e información a los campesinos procesadores de PBC/ basuco para que capten la magnitud de los daños ocasionados y proceder de la mano con ellos a regular dicha sustancia para reducir los riesgos y daños y a fin de acercarse a los consumidores para brindarles alternativas.

Hay que reconocer, pero realmente, que el principal problema del basuco es su falta de regulación. La regulación de la coca posiblemente nos va a permitir medir la cantidad de coca que está siendo procesada en PBC y buscar salidas a los campesinos abocados a procesar PBC como medio de subsistencia. Nos puede permitir enfocar la creciente tendencia a exportar PBC para su procesamiento en clorhidrato de cocaína y consumo como base en otros países.

Por otra, si la coca en sí es tan productiva y fuente de riqueza, lo mejor que podría hacer Colombia es hacer investigaciones para buscar modalidades para financiarse con la misma coca para socavar el control corruptor del narco, y del Departamento de Estado.

@MamaCoca