11 Oct Prevención y cesación de tabaco, medidas necesarias pero no suficientes
Cada artículo sobre tabaco y tabaquismo comienza con las impresionantes cifras de muertes, enfermedades y costos de salud. Sin duda, es un fenómeno complejo que acelero la necesidad de respuestas rápidas y medidas costo-efectivas en el corto y mediano plazo a nivel mundial: priorizar las medidas de prevención, las barreras de acceso de oferta – demanda, y abandono de tabaco. Los primeros años estás lograron resultados que no se mantuvieron en el tiempo, y tampoco se han actualizado o repensado. A continuación algunos datos y análisis que la Organización Mundial de la Salud no reconoce frente a la estrategia mundial frente al tabaco.
Alejandra Medina
El 15 de Agosto, OPS/OMS publicó el “Informe sobre el control del tabaco en la Región de las Américas 2022”, según el cual “la Región de las Américas registró una disminución de la prevalencia del consumo actual de tabaco, que pasó de 28% en el 2000 a 16,3% en el 2020, lo que representa la segunda prevalencia más baja del consumo actual en el mundo.”
¿Qué ha pasado en los últimos 5 años frente al control de tabaco en Latinoamérica? En el 2018, OPS/OMSreportó que la prevalencia de fumadores se ubicaba en el 17,4%, lo cual indica que, en 5 años, de 2018 a 2020, esta cifra sólo ha caído 1,1 puntos porcentuales. Es claro que la región necesita una nueva aproximación al tema, diferente a la cesación y prevención para mostrar un progreso real. 1,1 no debería ser un motivo de aplauso.
Es claro que OPS/OMS no está cumpliendo los objetivos de salud pública frente al control del tabaco. Se enfoca únicamente en la implementación de las medidas MPOWER, pero no en el resultado que están teniendo dichas medidas en la incidencia de fumado. Las políticas públicas avanzan en que los indicadores de gestión son una parte, pero que los resultados de las medidas deben estar en los indicadores de resultado, en este caso esta aproximación necesita ser revaluada.
Particularmente nos preocupa como la OMS decide, sin argumentación técnica hasta el momento, ignorar las estrategias de reducción de riesgo y daño. No se pueden buscar resultados diferentes si se sigue haciendo lo mismo. Es hora de integrar la reducción de riesgo y daño como estrategia de salud pública para el control de tabaco.
“En el 2020, la prevalencia más alta de consumo actual de tabaco en personas adultas continuó registrándose en Chile (29,2%); y la más baja, en Panamá (5,0%), cuando se considera el número de países con datos comparables estandarizados por la edad”. OPS/OMS sigue reconociendo a Panamá como un caso de éxito por su “baja” incidencia del 5% de consumo de tabaco. Sin embargo, no hablan del 87,9% de contrabando de cigarrillos que también ocurre en el país. El mercado ilegal ha desplazado el mercado legal, esto no debería ser considerado un progreso en control de tabaco por los altos riesgos y la perdida de recaudo de impuesto para los Estados.
En vez de ser considerado un caso de éxito, Panamá debería ser reconocido como un ejemplo de los topes de efectividad a los que ha llegado de política pública sobre control de tabaco. Como Panamá hay muchos países que implementan las medidas de OPS/OMS para reducir la demanda de productos de tabaco, pero en realidad no ven un declive en el consumo. Es importante ver el mercado legal, pero también el ilegal y los riesgos y daños que acarrea.
Los cigarrillos electrónicos y los productos de menor riesgo no son una amenaza, son el elemento clave para la reducción de riesgos y daños en tabaco
Al parecer, ante la disminución de los resultados en tabaco, la OMS necesita argumentar el éxito de su estrategia con el control a más productos, que en sus características de producto y el mercado difieren bastante del tabaco. Plantean que “el cigarrillo electrónico pone en peligro los logros”, desconociendo totalmente la experiencia de otros países como Nueva Zelanda, Reino Unido y muchos más que han reconocido que estas alternativas pueden reducir el daño en los fumadores y ayudarlos a transitar a productos menos dañinos que el cigarrillo.
Ante las afirmaciones y la posición más política que técnica de este órgano multilateral es que
“La industria tabacalera y otras industrias afines emplean diversas estrategias para comercializar estos productos alegando que plantean un riesgo menor y afirman que son ayudas efectivas para dejar de fumar, en un intento por proporcionar una “solución” a la epidemia de tabaquismo; sin embargo, en realidad solo se trata de una estratagema para preservar su existencia y “enganchar” a nuevos usuarios para mantener sus mercados”
Queremos decir que la industria ni se inventó los productos ni se inventó la reducción de riesgos y daños. Solo regulando de forma diferencial se logra mitigar los interés netamente económicos sobre estos productos, para balancearlos con los intereses en salud pública, investigación, derechos humanos, entre otros. Países que los han incluido como parte de su estrategia de control de tabaco hoy están viendo un declive en el consumo de cigarrillos. No podemos seguir ignorando la ciencia, la evidencia y los resultados de estos países que sí han reconocido la reducción de riesgos y daños como una oportunidad de salud pública.
Frente a las afirmaciones de la OMS de que “Las prohibiciones de comercialización, limitando las posibilidades de posesión de productos novedosos y emergentes por parte de los menores, así como las restricciones a la publicidad, promoción y patrocinio, son posibles opciones para considerar para prevenir el inicio del consumo de tabaco, especialmente entre los jóvenes”
Es impresionante que con los nefastos y costosos resultados en términos sociales, económicos, humanitarios de la guerra contra las drogas la OPS/OMS sigue alentando a los países a prohibir los cigarrillos electrónicos o productos de tabaco calentado o regularlos con las mismas medidas de los cigarrillos. Las medidas prohibicionistas nunca han dado el resultado esperado, lo único que logran es crear un mercado negro que resulta ser peligroso y fuera de control para los usuarios. Es importante buscar una regulación que proteja a los usuarios y a la vez, piense que los fumadores que podrían acceder a alternativas menos dañinas.